A unos 80 kilómetros al sur de Camarones, en el corazón de la Patagonia Azul, este rincón late con la fuerza de un paisaje distinto que se entrelaza con el paso del tiempo.
Allí, entre los pastizales en plena recuperación y una costa esculpida por el idóneo brazo de la naturaleza, se encuentran las cabalgatas que organiza Evaristo Ortega, el encargado de convertir un simple paseo en una enriquecedora experiencia. «Es un lugar increíble y recorrerlo a caballo te cambia la perspectiva», describe. Porque aquí, la travesía a caballo no es solo una actividad: es una inmersión en un ecosistema que se transforma progresivamente ante los ojos.
Las opciones son 3 y varían en duración y dificultad. La primera sale desde la Casa de Piedra, un antiguo casco de estancia convertido en centro de interpretación, desde donde los jinetes parten hacia la estepa. La duración es de aproximadamente 2 horas y se recorren cerca de 9 kilómetros.
El suelo cruje bajo las herraduras, un tapiz de pastizales ondula con el viento, y los guanacos, cada vez más confiados, observan el paso del grupo con la displicencia de quien se siente en casa. Los choiques, a la distancia, corren en una coreografía caótica pero armónica. «Durante el trayecto nos encontramos con la estepa hasta llegar a las playas. En el camino se va viendo el paisaje que es cambiante, dinámico y muy lindo «, comenta Evaristo.
La travesía sigue. La segunda opción es un poco más extensa. Tiene una duración aproximada de 3 horas y se recorren 15 kilómetros. El paseo transita la costa, donde la Patagonia se vuelve caribeña por un instante. Hay un punto donde la arena se torna blanca, finísima, y el agua adopta tonos turquesa, algo impensado en estas latitudes. Es una postal que descoloca y encanta a la vez.