Después de eso, claro, llegaron los efectos del coronavirus y de la decisión de disponer el aislamiento social obligatorio. «En este contexto de crisis global, trabajamos fuertemente para sostener las fuentes laborales de una industria estratégica para el país, que emplea a 1,1 millones de personas. A mediano plazo, entendemos que el incentivo al turismo interno será fundamental para reactivar al sector. Y a largo plazo retomaremos la estrategia de promoción de nuestras maravillas poniendo foco en la naturaleza, en línea con las nuevas demandas globales, y en los grandes centros de emisión de turistas, como Europa, Estados Unidos, China y Brasil, tal cual habíamos empezado a hacer».
Michel Durrieu, exrepresentante de Francia ante la Organización Mundial de Turismo, y Gustavo Santos, exsecretario de Turismo de la Nación, están trabajando en un libro sobre las tendencias del sector una vez pasada la crisis por la pandemia: «¡La humanidad no dejará de viajar! No hay dudas al respecto, pero modificará sus conductas de consumos. Nada será igual; nunca antes habíamos sentido esta sensación de que no teníamos adónde ir, adónde escapar. Ahora nos pasa simultáneamente a todos, en todos los sitios del planeta.
Tomamos conciencia de la posibilidad de contagios globales y sabemos que no somos inmunes a una nueva pandemia igual o peor. El miedo paraliza y aísla, pero existe también una conciencia poderosa de libertad que nos impulsa a desafiar cualquier obstáculo para ejercerla».
¿Cuáles son los principales cambios que prevén los especialistas? En una primera etapa -durante el segundo semestre- se dará el inicio de algunos viajes domésticos; después vendrán los regionales y, más tarde, los internacionales. Las líneas aéreas, según se considera, podrían modificar aspectos de los viajes para que, por ejemplo, haya más distancia entre pasajeros cuando todavía haya prevenciones por parte de la gente.
Los alojamientos «tradicionales» (hoteles reconocidos como tales) podrían recuperar espacio en la elección de los viajeros, dado que se buscará contar con mayor seguridad, con garantías de higiene y con respuestas en casos de emergencias. Los lugares masivos serían desplazados durante un lapso importante por otros, en los que no puedan reunirse muchas personas. La actividad de los cruceros sería una de las más golpeadas en el corto plazo, igual que el turismo dirigido a la tercera edad.
Desde la Latin American Hotel & Tourism Investment Conferences (Sahic), indican que el efecto del Covid-19 no tiene precedentes en los últimos 50 años, ni siquiera con crisis como las generadas por el 11-S en 2001, la caída de Lehman Brothers en 2008, o el NH1 un año después. Todas esas situaciones provocaron un impacto importante en los viajes, pero ninguna con tanta fuerza como la de estos días. La peor caída fue del 4% global en 2008, pero luego la reacción fue rápida. Ahora se mira lo que sucede en China con la curva del negocio (no con la de los datos epidemiológicos), como base de lo que podría darse en el resto del mundo.