El curioso alojamiento está hecho de una estructura autoportante de madera con revoque de barro y revestimiento en metal, y montado sobre columnas metálicas. Implantado en un predio de 6000m² y rodeado de distintos desniveles que son parte del terreno, el Huevo de dragón tiene 22m².
Sin embargo, tras un reconocimiento exterior y luego de ingresar por la rampa de acceso, sorprenden las dimensiones del habitáculo. “Pasan muchas cosas a nivel espacio. Durante el proceso, hubo muchos aprendizajes, algunos técnicos y algunos humanos. En la cuestión de los espacios es muy llamativo cómo la solución de continuidad de las curvas genera tantas cosas: es como si la vista estuviera buscando un horizonte y eso va ampliando el interior del huevo”, analiza De Estrada.
Entre los aprendizajes del proyecto también estuvo la sinergia con personas como Tomás Schinelli, el escultor que creó el dragón que lanza fuego en la plaza de Trevelin. “Él trabaja morfologías bastante complejas y le encantó mi idea, así que me dio una mano en resoluciones específicas del huevo de dragón”, añade.
De hecho, el revestimiento es “hermano” del dragón de la plaza: se trata de chapa cortada y oxidada que luego se laqueó para conseguir el acabado que hoy se aprecia. A diferencia de otras estructuras, esta debía ser hidrófuga. Tras muchos ensayos (De Estrada y sus colaboradores hicieron un cuarto de huevo en un taller para las pruebas), se definió un revestimiento que es hidrófugo abajo (madera con pintura de terraza), luego hay una cámara de aire y finalmente el metal por fuera.
“Adentro tiene también barro y celulosa, que es un invento mío, más algunos aprendizajes tomados de los domos geodésicos. Digamos que el ‘sandwichito general’ es una suma de combinaciones”, se ríe.
Dentro del huevo coexisten en un mismo espacio, una cama para dos personas, una mesa con dos sillas, una cocina integrada y un baño. El alojamiento abrió al público en marzo de 2024, pero comenzó a “despegar” recién en julio y agosto pasados. Guiados por la plataforma de Airbnb llegan los turistas, en su mayoría extranjeros. “Hemos recibido visitantes incluso de lugares raros como Canadá o Croacia. Muchos alquilan por pocos días y se quedan con las ganas de más”, dice Martín.
También destaca que el lugar se erige como un “dispositivo artístico”, donde las personas consiguen descansar en paz y disfrutar de esa zona semirural de Trevelin, muy cerca de los campos de peonías y a menos de 10 minutos del centro de la localidad chubutense. El Huevo de dragón ofrece también una micropiscina al aire libre y una parrilla para hacer asados con vista a las montañas. La noche de alojamiento cuesta 110 dólares.
Además de disfrutar de la respuesta de los huéspedes, el Huevo de dragón le permitió a De Estrada probar un sistema constructivo que busca replicar en otros proyectos. “Es una mezcla de arquitectura paramétrica, como la que se usa en aeropuertos, con alta tecnología y estructuras dinámicas, pero hecha de una forma artesanal y simple, todo low cost. Con este mismo concepto, este mismo revestimiento y el formato de edificio elevado y escultórico, estoy explorando una línea conceptual”, adelanta.
Martín es nieto del arquitecto Ernesto De Estrada, el creador del Centro Cívico de Bariloche. “Él falleció cuando yo tenía 12 años. Recuerdo el olor a lápiz de su estudio, su viejo tablero de dibujo. Teníamos una relación muy linda. Y cada vez que iba a su casa los fines de semana, le llevaba un dibujo de un árbol o me pedía que se lo dibuje ahí para él. Era una especie de rito. Y yo, desde muy chico, siempre dije que quería ser arquitecto”, recuerda. Frente a él, el Huevo de dragón se alza como un homenaje al surrealismo, al arte y a la arquitectura.