Una de las más atractivas tradiciones galesas de las que se puede disfrutar en Trevelin es la ceremonia del té.
Especialmente preparado en casas que se dedican a ello, el té forma parte de un itinerario obligado para quienes visitan esta zona. Lo mismo sucede con quienes recorren el valle inferior del Chubut, donde se encuentran las localidades de Gaiman y Dolavon.
Durante sus primeros años en Chubut, la colonia galesa vivió tiempos de extremas dificultades. El desierto les retaceaba el agua durante largos períodos y la época de lluvias en la cordillera causaba inundaciones. Sólo la solidaridad y buenas relaciones entabladas con las tribus tehuelches que poblaban la región permitieron sobrevivir a aquel núcleo de pioneros.
Pero aún en los peores momentos, siempre hubo una taza de té y un trozo de pan casero. De hecho, las primeras palabras que los tehuelches aprendieron fuera de su idioma (y mucho antes que les fuera impuesto el castellano) fueron «te» y «bara» («pan» en galés).
La relación de los galeses con los tehuelches marca uno de los escasos ejemplos de convivencia entre pueblos de culturas diferentes y sin someterse uno al otro.
En torno a la ceremonia del té tenía lugar la actividad social de la comunidad galesa. Convertidos a chacareros, las familias tenían oportunidad de encontrarse sólo cuando se convocaban para el oficio religioso en alguna de las capillas.
Esa era la oportunidad para discutir, además, los problemas que hubieran surgido en la comunidad y la solución a posibles diferendos entre vecinos. A falta de una justicia instituida oficialmente, los galeses tenían en sus pastores y ancianos unos severos árbitros, y en su capacidad y costumbre de debate un forjado ejercicio de la participación comunitaria en los temas de interés.
Concluido el oficio religioso, las familias se reunían en el salón contiguo a la capilla, denominado «vestry». Allí compartían las tortas, panes, tartas y dulces caseros elaborados por cada una y bebían el té mientras intercambiaban las últimas novedades en materias de nacimientos, fallecimientos, noviazgos y bodas.
De aquellos momentos, las actuales generaciones de galeses en Chubut heredaron las mejores tradiciones: el té, que complementado con exquisitas tartas, se ofrece hoy como un atractivo más para el visitante, y la ya tradicional torta negra que merece también un capítulo aparte.
El té se ha convertido en una tradición, que está muy anclada a las costumbres galesas, es un rito que se celebra a diario en la compañía de los seres queridos. Pero en aquella infusión, además de intercambiar palabras y anécdotas, se intercambia la cultura y el pasado, la historia y lo propio, es por ello que el té es la identidad de esta ciudad y sin dudas, un atractivo y un punto obligado de visita para quienes llegan aquí por primera vez.
Son varias las casas que se dedican al té galés y, a la deslumbrante escena que tenemos en el exterior, una ciudad cobijada por montañas, se suma un motivo más para terminar de enloquecer a nuestros sentidos: una mesa bien puesta, con tartas variadas (la torta negra galesa es la “reina”) y algunos dulces regionales. Entre los locales recomendados están Casa de Té La Mutisia y Casa de Té Nain Maggie, una de las primeras en instalarse.