La Ruta Nacional 25 cruza por la provincia del Chubut permitiendo un atractivo recorrido por una zona casi en estado natural, desde el mar a la cordillera, y descubriendo un impresionante cambio de paisajes en su recorrido.
El pequeño pueblo se encuentra a 669 kilómetros de la ciudad de Comodoro Rivadavia. Se llega tomando Ruta Nacional N°3 hasta Trelew y luego la 25 que pasa por Gaiman, Dolavon y Las Chapas.
El viaje en sí es un espectáculo para los sentidos ya que desde Trelew se recorre 281 kilómetros de la parte sur de la meseta norpatagónica rodeando un espléndido cañadón que trae recuerdos del período Jurásico.
En el viaje se comienza a atravesar distintos espacios que fueron habitados por los primeros colonos de origen galés. Gaiman, Dolavon, Valle de los Mártires delatan ante el paso del turista la difícil vida en esas tierras.
Al llegar, el viajero encontrará una estación de servicio del Automóvil Club Argentino con servicio de Motel y los servicios esenciales para quienes llegan al lugar. También existe un camping que cuenta con fogones y baños.
Montañas y formaciones rocosas creadas naturalmente por acción y efecto de los vientos predominantes y de las lluvias que asemejan a verdaderos altares, dan origen al nombre de la localidad que se ubica en medio de la ruta.
Esta pequeña localidad ubicada sobre el margen sur del río Chubut a 298 km al este de la capital provincial, 185 km del dique Florentino Ameghino y hacia el oeste a 56 km de Paso de los Indios y a 315 km de Esquel posee una población de 200 habitantes aproximadamente, lo que da una idea del pequeño oasis que se encontrará el visitante en medio de la meseta.
Sus pobladores se dedican en su mayoría a las tareas rurales, y también cuenta con mano de obra de artesanos que le dan forma a las piedras naturales de la zona y que se pueden adquirir en el lugar.
Lo llamativo de su paisaje es que se pueden ver profundos cañadones, acantilados de más de 70 metros que gracias a las erosiones naturales han tomado formas muy particulares y llamativas y que además, dependiendo de la intensidad y orientación del sol, se observan una variedad de colores de distintas tonalidades.
Todo esto, conjugados con la ribera del río y el verde de sus costas, estos murallones presentan un espectáculo de una belleza singular y atrayente.
Es difícil explicar con palabras la sensación que produce observar estos farallones. Las moles de piedra inmemorial resultan fascinantes para tomar fotografías e incluso filmar la inmensidad del lugar.
El valle presenta rocas de arenisca llamadas «clastros», cuyas colores son rojizos con múltiples franjas naranjas, divididas por la corrosión y la erosión. Los farallones adquieren distintas formas que juegan con la imaginación de los presentes, por eso muchos son bautizados por guías y locales con nombres que remiten a distintas figuras.
Si se recorren 10 km hacia el oeste de la ciudad se puede ver una formación rocosa denominada El Barco, porque se asemeja a un barco varado, mientras que a pocos metros hacia el este se erige una estatua natural sobre los cerros denominada La Vieja y a 5 km hacia el norte, cruzando el río, se encuentra el cerro Pico del Gallo por su semejanza a un volcán y más adelante está el cerro Azul, donde se encuentran trozos de troncos petrificados.
Además quienes recorran la ruta 25, totalmente asfaltada, y 12 atraviesan vastos territorios, incluyendo el Área Natural Protegida Piedra Parada, que agrupa atractivos arqueológicos, paleontológicos, históricos, culturales y la posibilidad de hacer turismo activo.
El Patagónico