Imaginemos que, dentro de unos meses, bajan los contagios de Covid-19 en Argentina, se reabre casi por completo la economía (y los cielos) y una familia se anima a viajar en avión para irse de vacaciones al exterior.
Los adultos y los chicos llevan barbijos y pasaportes sanitarios al aeropuerto. Nadie los va a despedir porque está prohibido el ingreso de acompañantes. Llegan con más tiempo al mostrador del check in porque hay que mantener las distancias.
Llevan los boletos para abordar (boarding pass) impresos desde su casa y/o en sus celulares y despachan sus propias valijas. Los controles de seguridad son lentos por el distanciamiento físico; los trámites de Migraciones, también. ¿Cómo será el free shop sin probarse perfumes?
Sigamos imaginando: los turistas tienen por delante un vuelo de siete horas al Caribe y varias incógnitas. ¿Podrán llevar carry on? Cómo tomarán agua si tienen puestos los tapabocas? Si en lugar de servirles la cena a bordo les entregan cajas cerradas con snacks, ¿será peligroso sacarse unos minutos los barbijos para comer? ¿Y si se les salen mientras duermen?¿Cómo será la higiene de los baños?
Estas y otras preguntas formula la doctora Cristina Sciales, especialista en Medicina Aeronáutica y Aeroespacial, ante una situación imaginaria pero que podría ocurrir en un futuro cercano cuando se reanuden los vuelos.
En diálogo con Clarín, Cristina Sciales (MN 66744, también con especialidades en Psiconeuroinmunoendocrinología del Stress y Cirugía plástica) trabajó 19 años en Aerolíneas Argentinas como azafata y como médica, ya que estudió la carrera “mientras volaba”. Informada sobre las prueba piloto y los protocolos que van implementando las aerolíneas en el mundo, Sciales es optimista en el largo plazo acerca de la pandemia del coronavirus porque “la vida siempre supera a la muerte”, pero le preocupa la bioseguridad en el transporte aéreo durante los primeros meses de la reapertura del turismo.
–¿Cuáles son los aspectos de un vuelo que más le preocupan con relación al peligro de contagio de Covid-19?
–Muchos procesos en los aeropuertos serán más automáticos y más lentos al mismo tiempo, y las aerolíneas se tendrán que adaptar con nuevos protocolos, como lo hicieron en el pasado por los atentados terroristas. Pero, en principio, veo complicados dos aspectos en el avión, que es un lugar cerrado y con mucha gente: la limpieza de los baños y las nanopartículas en la cabina.
Si tenemos en cuenta que el virus que causó el brote de SARS en 2003 era menos contagioso pero más letal y, sin embargo, se decía que contagiaba hasta siete filas en la cabina… ¿Qué se hace con este coronavirus, que es más contagioso? No se sabe cuánto puede sobrevivir en una cabina ni cómo se comporta en una atmósfera presurizada. ¿Cuánto puede durar sobre los asientos y los apoyabrazos metálicos?
Tampoco se sabe si este coronavirus se contagia más con el frío o el calor. En teoría, el virus resiste más con el frío y el avión es frío… Pero también se creía que era menos transmisible en climas cálidos y eso no cierra al observar los casos de Brasil o República Dominicana, por ejemplo.
De todas formas, lo que más me preocupa son los baños del avión porque son ambientes chicos y cerrados, con muchas superficies metálicas y de plástico ignífugo. Y hasta el momento se dijo que el coronavirus dura varios días en superficies de metal y con frío. Los baños son un problema: son espacios de gran circulación y la gente toca todo.
–¿Qué opina de las propuestas de algunas compañías para reducir el contacto entre los pasajeros, como colocar el asiento central invertido?
–Habría que estudiar bien cada idea porque en el avión es primordial la facilidad de evacuación en caso de emergencia. Para que una evacuación sea fluida y rápida todos los asientos tienen que estar en la misma dirección. Si la butaca del medio estuviera para otro lado creo que el procedimiento se vería dificultado. Y si se colocaran mamparas entre los asientos también se haría más lenta la evacuación. Además, ¿qué pasaría con las salidas de emergencia?
Algunas aerolíneas están considerando la posibilidad de dejar un asiento libre entre los pasajeros, ya que que el virus que produce la enfermedad Covid-19 se puede transmitir de persona a persona a través de las gotitas de flügge (secreciones de la boca o nariz). La gente viaja muy apretada porque las aerolíneas fueron agregando cada vez más filas. Ahora tendrían que sacar algunas.
–La Organización Mundial del Turismo y la Asociación Internacional de Transporte Aéreo proponen la implementación de un pasaporte sanitario. ¿Es un requisito eficaz?
–Creo que el pasajero ideal sería el que se infectó hace siete semanas, superó la enfermedad y tiene anticuerpos que reconocen que estuvo en contacto con el virus, pero no está enfermo ni contagia. En cambio, lo que me preocupa del pasaporte sanitario es que hay estudios que dan un falso negativo como consecuencia del período ventana (desde que la persona se contagió hasta el momento en el que la prueba detecta de manera segura la infección).
En otras palabras, ¿qué pasa si una persona está infectada y puede transmitir el virus, pero el resultado de sus estudios dio falso negativo? ¡Y atención! Porque también hay falsos positivos y quizá alguien se pierde un viaje que podría haber realizado.
Leí que algunas compañías quieren hacer test rápidos en la sala de embarque. En primer lugar, es muy costoso. Segundo, puede dar errores. Tercero, ¿cuánto tiempo antes hay que ir al aeropuerto? Y además, esas pruebas requieren mucho cuidado porque es material biológico.
–¿Qué medidas de protección contra el coronavirus serán imprescindibles en los vuelos y cuáles serán las dificultades para cumplirlas?
–Todo el proceso de check in y el despacho del equipaje va a ser muy automático para reducir al mínimo las interacciones entre las personas. La gente tendrá que llevar el boarding pass desde la casa, imprimir la cinta de la valija y hacer autoservicio en dispositivos para el equipaje. Eso sí: los controles van a ser mucho más lentos porque habrá que mantener el distanciamiento físico. En vez de usar bandejas plásticas se podría entregar una bolsa a cada pasajero para hacerlo personalizado.
Es probable que hay marcas en el suelo para asegurar las distancias y que se tome la temperatura. En cuanto al barbijo, será obligatorio para todos, pero me pregunto cómo haremos en un vuelo de varias horas para tomar agua o para comer. Aparte, cuando uno se duerme se le puede salir, y ni hablar lo difícil que será el uso correcto en chicos y jóvenes.
También va a cambiar la cultura del duty free en los aeropuertos: no vamos a poder probarnos los maquillajes y los perfumes como hasta ahora. Tendrán que inventar una forma de que sintamos la fragancia sin tocar los frascos.
–¿Qué consejos le daría a alguien que viaje en noviembre?
–En este momento es difícil, nadie sabe exactamente qué hacer. Tengo la esperanza de que se encuentre alguna medicación, como fue el Tamiflu para la Gripe A, algo que vaya sirviendo de contención. O que la mayoría de la población tenga anticuerpos. También hay que ver qué pasa con la segunda ola y tener en cuenta la variedad de cepas. Es muy complejo.
Creo que el consejo más importante es que la inmunidad esté alta, por lo que mi recomendación es asegurarse de tener todas las vitaminas.
Después de una pandemia así, a nivel irracional querremos viajar más, como pasó con la Gripe Española de 1918: primero hubo miedo y después descontrol. Pero lo racional sería viajar en el avión con barbijo sin moverse demasiado. Todo parece indicar que habrá menos vuelos y serán más caros.
Pensemos que algún día esta pandemia va a pasar porque le vamos a ganar. Si el hombre le ganó a la peste negra… Lo que hay que tener es paciencia. Pasemos el frío del invierno y, mientras tanto, veamos qué pasa en el verano europeo. El año que viene será mucho mejor. La vida siempre supera a la muerte.