Más de 100 delfines viven cerca de la costa de Las Grutas

· 4 Ago 2020 ·
Categoría:
0 Comentarios

Para los residentes es habitual avistar a los delfines. Son de una subespecie endémica de los llamados “nariz de botella”, que está en peligro de extinción. El dato surgió en base a una investigación liderada por la bióloga belga Els Vermeulen, que estuvo radicada aquí y que ahora les sigue el rastro a la distancia desde Sudáfrica, donde vive.

Sebas sube a su terraza, que está frente al mar, en la primera bajada, y mientras apura unos mates ve a unos delfines saltando y corre en busca de su drone, para capturar imágenes.

Diana, su tía, que también vive en la villa, cuando sale a correr por las mañanas, en playas ubicadas un poco más lejos, también suele avistar “curiosos”, que asoman sus aletas cerca de la costa.

Agustina, que estudia biología marina y se está iniciando en el surf, es otra de las que captó unas fotos increíbles cuando paseaba por la costanera, y descubrió un grupo de delfincitos “surfeando” una ola, tal como ella planeaba intentar unas horas después.

Variedad

Estas historias, que fueron reflejadas por Río Negro, son habituales para los que residen en Las Grutas, porque una población de más de 100 delfines de la variedad “nariz de botella” vive en aguas del balneario.

Y su presencia es más notoria en esta época, en la que el turismo masivo está lejos y el mar, entonces, pasa a ser de uso exclusivo de la fauna.

El dato surgió hace años, en base a una investigación liderada por la bióloga belga Els Vermeulen, que estuvo radicada aquí.

Durante su estadía, Els identificó a 63 delfines de esa especie, por los cortes y marcas de sus aletas dorsales. Pero estimó en más de cien el número de individuos, porque los ejemplares juveniles engrosan el grupo y, ellos, no pueden ser identificados por sus aletas, que se preservan intactas hasta que su vida avanza.

«La aleta dorsal de los delfines, sobre todo en el caso de los ejemplares adultos, posee cortes y cicatrices producto de peleas, o surgidas por las actividades que realizan en su medio. Estas marcas, que a simple vista no son demasiado evidentes, son fotografiadas, para luego conformar un catálogo. Luego, el buscador de un programa informático determina cuáles de ellas corresponden a un mismo individuo» relató Els desde Sudáfrica, donde vive desde hace 8 años.

Ese catálogo, que permitió identificar a este grupo de delfines grutenses, fue iniciado por ella, y, hasta ahora, la tarea no se retomó.

San Antonio

«Al comenzar esa investigación dividimos la bahía San Antonio en distintas zonas. Para relevarlas nos apostábamos en lugares estratégicos, y observábamos a la fauna que aparecía al menos en lapsos de cuatro horas. También realizábamos salidas embarcadas a bordo de lanchas» detalló la bióloga.

Al volver con las fotos tomadas en esos avistajes, las bajaban en sus computadoras y el programa les permitía precisar qué individuos habían visto, o descubrir a un ejemplar nuevo, que se incluía en la base de datos.

Rápidamente, cuando se familiarizaron con los delfines, los que aparecían siempre dejaron de ser identificados por códigos alfanuméricos, y fueron bautizados. Entre ellos Hilda y Tulumba, una hembra adulta que es considerada la más vieja del grupo.

“Le decíamos la abuela de la Bahía, porque estimamos que tenía más de 40 años, que es mucho para su especie” recordó Els.

Ahora, la bióloga sigue, cuando puede, sus investigaciones a la distancia, para no perderles el rastro a estos animalitos tan entrañables para ella.

Nariz de botella

Entre los descubrimientos realizados identificó, hace dos años, que la población grutense pertenece, en realidad, a una sub especie endémica de los “nariz de botella”, que está en peligro de extinción.

Varios de ellos se encuentran además en el resto de nuestro país, así como en el Uruguay y en el sur de Brasil. El grupo de Las Grutas está genéticamente aislado del resto. Y, según Els, “eso los vuelve más especiales”.

Lo cierto es que, en pleno auge de redes sociales, los vecinos más simpáticos de Las Grutas se están volviendo famosos.

“La especie es la que está más cerca de la costa, por eso los avistajes cotidianos los tienen como protagonistas. Uno saca la cámara y, después, la imagen se viraliza” apuntó Agustina, la futura bióloga marina que los retrató hace unos días.

No pasa lo mismo con los delfines comunes y los oscuros, que también se pueden ver en la zona, pero se aprecian sólo al embarcarse” agregó Agus.

“Lo que pasa es que acá la fauna marina es muy diversa” se entusiasmó la chica. Y es que, con sólo asomarse a las playas o en excursiones de avistaje, se puede acceder a un abanico de lo más completo, que abarca lobos marinos de uno y de dos pelos, pingüinos y, según la época, a las grandiosas ballenas francas.

De hecho, estas gigantes ya están ingresando al Golfo San Matías, porque por estos días llegan para reproducirse. Su presencia será notoria hasta fines de octubre.

Lamentablemente, sin embargo, la temporada de avistaje, por el momento, se desconoce si podrá realizarse, debido a la pandemia de coronavirus.

Aunque no todo está perdido. Tal vez podría iniciarse, pero convocando sólo a turistas de ciudades vecinas. Algo que, todavía, está en estudio. Mientras tanto, los que se dejarán ver, como siempre, serán “los naríz de botella”. Esos simpáticos personajes que forman parte del paisaje cotidiano de la villa.

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *