Un argentino pedaleaba por la costa de África y el coronavirus lo detuvo en Costa de Marfil

· 17 Abr 2020 ·
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“Lo más increíble del viaje en bici por África ​comenzó a partir de Guelmim, en el sur de Marruecos. Allí comienza el Sahara Occidental, con distancias de 100 a 150 km pedaleando por el desierto en la más absoluta soledad, con mucho sol, tormentas de arena, dunas, con camellos a la par y durmiendo en una carpa con un cielo tan increíble que las estrellas se te caen encima y la magnitud del silencio te abraza. Sin dudas fue lo más espectacular”.

Quien habla al otro lado del teléfono es Esteban Mazzoncini, un argentino que estaba haciendo un viaje en bicicleta que había comenzado en Letonia​, había seguido por buena parte de Europa y continuaba por la costa oeste de África, hacia el sur.

El plan era llegar hasta Ciudad del Cabo, en el extremo sur del continente, pero en el camino se desató la pandemia de coronavirus y las fronteras se fueron cerrando.

El mar y el anuncio del desierto, en Marruecos (Esteban Mazzoncini)

Cuando Esteban ya no pudo continuar ni regresar, decidió tomar un vuelo a Madrid. Apenas unos días más tarde se cerraron las fronteras aéreas.

En casa de un amigo, a unos 150 km de la capital española, ahora cumple la cuarentena y descansa por partida doble: de los más de 14.000 km de pedaleo y de la malaria, que lo atacó el último día en África y que lo tuvo casi 15 días en cama. Ya recuperado, escribe y espera para ver cómo evoluciona la situación.

Un viajero curioso

Esteban es un viajero de larga data. Ya antes de iniciar esta aventura -la primera en bici- había recorrido 87 países, y buscaba llegar al menos a 100. Objetivo que cumplió: con los que recorrió esta vez en dos ruedas, sumó ya 104.

La bici en la inmensidad del Sahara (Esteban Mazzoncini)

Pero también perseguía otra meta, mucho más importante: “Más allá de lo personal, mi objetivo era pedalear por la ‘ruta de la hospitalidad’; confirmar que la hospitalidad no tiene nacionalidades, y eso sin dudas lo confirmé, km tras km y día tras día, desde Europa hasta África. Con todo lo duro que tiene el camino, siempre está la calidez de la gente”, dice.

Y agrega que “en África la gente es muy demandante, pero también muy hospitalaria, especialmente en los países musulmanes, donde hay una especie de ‘hospitalidad consensuada’; estés donde estés, alguien te va a ayudar”.

Para Esteban, atravesar el desierto en la más absoluta soledad, "con mucho sol, tormentas de arena, dunas, con camellos a la par, fue lo más increíble del viaje" (Esteban Mazzoncini)

Y confirmó, también, que es una zona en general muy segura: nunca le robaron. Pese a dormir en carpa solo y de encontrarse muchas veces rodeado de personas que le hablaban, le preguntaba, tocaban la bici y le pedían cosas. “En Sierra Leona, por ejemplo, apenas pasé la frontera, frené a comprar frutas y en 5 minutos había 100 personas alrededor preguntándome qué hacía ahí, por qué estaba en África, y todos muy contentos de que hubiera ido a recorrer su país”.

Con curiosos y entusiastas. Esteban dice que comprobó la gran hospitalidad de la gente, a lo largo de todo el viaje (Esteban Mazzoncini)

Pero eso no le pasó sólo en África, sino en todo el recorrido. Esteban iba posteando muchos de esos encuentros en las redes: gente que lo invitaba a quedarse en su casa o le pagaba alguna noche de hotel, aquellos que veían la carpa a un costado de la ruta y se acercaban a ofrecerle comida o agua, los que aparecían «mágicamente» en momentos difíciles, como en medio de una tormenta o cuando se rompía algo de la bici y se le dificultaba continuar. Siempre en los momentos límite apareció alguien que lo ayudó y le permitió seguir adelante,

En la tierra colorada de Sierra Leona (Esteban Mazzoncini)

Esteban comenzó el viaje en junio de 2019 en Tallin, capital de Estonia, y logró recorrer 14.000 km a través de los países bálticos, Ucrania, Bielorrusia, Rumania, algunos de los Balcanes (Serbia, Croacia, Eslovenia) y el sur de Europa, hasta que cruzó de España a Marruecos​, y desde allí, siempre por la costa oeste de África.

Dice que cuando pedaleaba por Liberia empezó a escuchar con más frecuencia sobre la pandemia y se puso en alerta: contactó a una amiga médica que vive en Luanda (Angola​) y ella le avisó que no fuera porque no lo iban a dejar entrar. Y todavía le faltaba atravesar varios países, como Ghana, Togo, Benin, Nigeria o los dos Congos.

Un alto en el camino, en Serbia (Esteban Mazzoncini)

“Pude hacer unos 3.000 km en el Sahara Occidental y el Sahara de Mauritania, luego Senegal, Gambia, Guinea Bisáu, y en Guinea me encontré con José, un español que venía haciendo más o menos el mismo recorrido y también tenía la idea de terminar en Sudáfrica. Con el cierre de fronteras decidimos volver a España, y justo el día del vuelo me agarré malaria. Por suerte logramos regresar, porque quedarme a hacer cuarentena en Abiyán (capital de Costa de Marfil) habría sido mucho más complicado”, cuenta.

Y relata otra gran experiencia que le quedó grabada a fuego: “En Mauritania, donde al desierto se le suman montañas, tomé el ‘tren de hierro’, que tiene tres km de largo y va hacia el interior del país a cargar hierro, que luego transporta hasta la costa».

Un buen desayunando en el Sahara (Esteban Mazzoncini)

Dice que el 70% del hierro del mundo sale de allí, y cuando el tren regresa, lo hace vacío. Entonces, se permite subir a los vagones de carga. «Viajar en esos vagones vacíos, con algunos beduinos o nómades que vuelven a sus pueblos, y contemplando el desierto una noche de Luna llena, fue increíble; no lo voy a olvidar jamás”, describe.

Y asegura que aunque “siempre está el ego del viajero que se desilusiona por lo no logrado, pero lo cierto es que mirando atrás, valoro mucho lo que recorrí. Viajar a 12, 15 o 20 km/h desde donde empieza África por el norte casi hasta Ghana, fue genial”.

En los bosques de Ucrania, cuando el viaje recién comenzaba (Esteban Mazzoncini)

Ya recuperado de la malaria, aprovecha el tiempo escribiendo un tercer libro y piensa en la posibilidad de, alguna vez, retomar el viaje. “Igual después de pedalear 14.000 km, estar quieto no me molesta para nada. Son unos días de necesario descanso, ya vendrán otros momentos de aventura”, se despide.

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