Vacaciones en Bariloche, territorio de aventuras

· 23 Dic 2019 ·
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Un recorrido para conocer la red de senderos de trekking y refugios de montaña en este verano 2020, una visita a Cerro Catedral, debut en una via ferrata y un brindis de cerveza artesanal con el mejor paisaje.

Sepan disculpar veganos y vegetarianos, pero este recorrido por Bariloche​ y sus paisajes comienza con un delicioso estofado de ciervo junto a un hogar encendido y a un enorme ventanal del que es difícil quitar la vista: aquí debajo, a nuestro pies, el bosque de pinos y coihues que cubre la ladera del cerro Otto; detrás, una parte del centro de Bariloche, y a la izquierda, la inmensidad profundamente azul del lago Nahuel Huapi rodeado de montañas.

Así me recibe el refugio Berghof, uno de los que forman parte de la red de refugios de montaña del Club Andino Bariloche, y que me abre las puertas a este Bariloche no tan conocido para la mayoría de los miles de turistas que llegan cada año: el de la aventura, el de la montaña no para contemplarla de lejos comiendo chocolate sino para vivirla, meterse en sus bosques y valles, hundir los pies en la nieve y arroyos, subir laderas escarpadas o paredes de roca y pasar la noche en las alturas, en el corazón de la naturaleza. Y bueno, sí, también puede ser comiendo chocolate.

Una naturaleza que cada vez más gente busca descubrir y disfrutar: según datos del Emprotur Bariloche, el año pasado llegaron unos 120.000 caminantes para hacer trekking por las montañas, visitando al menos uno de los ocho refugios de la red, que además suma tres vivacs (albergues sin servicios ni refugiero, solo el edificio) y tres campings; a todos los cuales se puede llegar por una serie de senderos que suben y bajan las montañas y suman unos 300 km de recorrido.

Hay para todos los gustos y condiciones físicas; desde los sencillos, de menos de una hora de caminata, hasta otros de varias horas y los de “dificultad extrema”, que exigen ir con guía de montaña y siguiendo protocolos de seguridad específicos.

A través de esta red se puede hacer desde un trekking sencillo y en familia, con salida y regreso en el día, hasta pasar varios días caminando por la cordillera, pasando las noches en distintos refugios. Aquí, apenas una hojeada a este mundo montañés.

La casa de Otto Meiling

El Berghof es el más “tranquilo” y familiar de estos refugios, muy cerca de la ciudad, sobre el camino a la cima del cerro Otto. Pero aunque está a menos de 8 km del Centro Cívico, parece lejísimo. “Este no es un refugio tradicional porque aquí no se puede pasar la noche, pero sí subir a desayunar, almorzar, merendar o cenar, y hacer caminatas con espectaculares vistas al lago y las montañas”, me explica Diego Battistella, encargado del refugio, mientras un grupo de turistas se saca selfies en una mesa del balcón, al otro lado del ventanal.

El Berghof tiene una gran historia por contar, ya que es el primer refugio de montaña de la Patagonia​, el lugar que hace tiempo, allá por la década de 1930, un alemán llamado Otto Meiling eligió para vivir, con la idea de impulsar el esquí y la cultura de montaña en Bariloche. “Iba rumbo a Chile pero le gustó el lugar y se quedó. Entonces la ciudad tenía unos 3.000 habitantes y era mucho para él, así que al tiempo logró adquirir estas tierras y construir un refugio en medio del bosque”, cuenta Diego.

El hombre se enamoró de las montañas de la zona y fue uno de sus grandes exploradores; subió a todas las cumbres cercanas, les puso nombre a varios cerros y junto al médico Javier Neumeyer, a Emilio Frey y a Reynaldo Knapp fundó, en 1931, el Club Andino Bariloche. Cerca del Berghof -el refugio original se quemó en 2011 y luego se construyó el actual, a pocos metros- está su casa, que hoy es un mini museo que vale la pena visitar. Y en el sendero que baja hacia la ciudad está Otto. Bueno, su tumba, curiosamente, cubierta de piñas.

“Otto donó su refugio y sus tierras al Club Andino, con una serie de condiciones. Una era que el refugio tenía que mantenerse como tal; y otra, que se lo enterrara en la tumba que él mismo había cavado. A los amigos les decía que él iba a estar durmiendo ahí; y que si lo apreciaban, cuando pasaran le tiraran una piña de los pinos del lugar”, dice Diego antes de que sumemos dos piñas más al montón.

Hacia el reino de los cóndores

En la habitación del Apart Del Lago, el lago azul que divisaba desde allá arriba parece querer entrar por la ventana. Me asomo al cerco donde termina el césped recién cortado y veo a varias parejas y una familia mateando en playa Bonita -”en verano es como la Bristol por la cantidad de gente”, me advierten- mientras un par de paseantes caminan sobre el canto rodado. Y recuerdo algo que Diego me contó hace un rato: entre otras proezas, Otto Meiling le dio la vuelta a pie, solo, a todo este lago, que parece inabarcable. Tenía 56 años y la aventura le llevó diez días. La última noche caminó casi 100 km desde Villa La Angostura.

La cena en el restaurante del hotel, casi sobre el lago que poco a poco se va volviendo negro, es un gran momento de relax que me prepara para el día siguiente, que comienza temprano en el transfer que nos lleva a Pampa Linda: 72 km por la ruta 40 y luego la 82, que se interna en el Parque Nacional Nahuel Huapi. Desde el remanso de Pampa Linda, que hace honor a su nombre, con camping, restaurante y guardaparque, partimos al desafío.

Y empieza muy tranqui, a través de un bosque de coihues en el Valle de Pampa Linda; luego cruzamos el río Manso por un angosto puente de metal, y poco a poco el sendero va proponiendo subidas más pronunciadas -sobre todo en las curvas y contracurvas conocidas como “los caracoles”-, y en el último tramo nos desafía con pendientes cubiertas de más de un metro de una nieve que empieza a derretirse con los primeros calores, lo que hace más complicado -pero también más entretenido- el ascenso.

“En unos días ya no va a haber más nieve y la subida va a ser más sencilla”, me alienta Martín Rafo, que conoce bien la zona y hace las veces de guía -¡y de sherpa!, bromea- en este trekking hacia el refugio Otto Meiling. Varios carteles avisan qué aves y animales podemos llegar a encontrarnos por el camino, como para ir atentos: carpinteros gigantes, cauquenes, atajacaminos y más. ¿Pumas y huemules? Son las figuritas difíciles; todos hablan de ellos, pero es muy, muy raro verlos.

Entre charlas y un par de paradas para comer, tomar agua, sacar fotos, atravesamos el tramo de bosque de lengas -el de mayor altura- y llegamos al timberland, esa zona de la montaña en que ya no crece la vegetación. Enfrente, allá arriba, las cumbres blancas del volcán Tronador: el pico argentino, de 3.200 metros, y el internacional, de 3.554. El chileno, un poco más hacia el oeste, no se ve desde aquí.

Tras cinco horas y media de subida, ponemos un pie en el refugio, y el recibimiento no puede ser mejor: otro atardecer fantástico, esta vez a casi 1.900 msnm y justo frente a la cumbre del cerro Tronador. Un sol enorme, ni una gota de viento, y unos mates sobre las rocas, con la ropa secándose al sol. En eso estamos, de charla Lucas y Caroline, dos suizos que andan recorriendo el país de norte a sur, cuando algo nos deja mudos de pronto.

El cóndor aparece de sorpresa desde atrás de la lomada que oculta el glaciar Castaño Overo, tan silencioso que no parece real. Y a medida que se acerca, planeando, sin mover una sola pluma, nuestros ojos se agrandan. Y en el silencio inmenso de la montaña, pasa a menos de tres metros de nuestras cabezas. Fsssssss… el silbido del aire entre sus plumas fue todo lo que oímos por un par de segundos eternos. Desciende siguiendo el relieve, sobrevolando bajito el glaciar Alerce, y se pierde en la blancura.

Unos minutos más tarde, disfrutamos de los cielos rojizos del atardecer y entramos al refugio, a por el potente guiso de lentejas que las cocineras Juliana y Belén -son parte del equipo y hacen también de refugieras, porteadoras y lo que hafga falta- sirven desde una enorme olla. Poco a poco, el comedor se va despoblando, y los caminantes se enfundan en sus bolsas de dormir, en el dormitorio común del piso superior.

El hielo que truena

A las 6.30 am espío por la ventana: la cima blanca del Tronador pintada de amarillo; es lo primero que ilumina el sol que asoma detrás de la cima blanca del cerro López, hacia el este. Un par de horas más tarde llega el desayuno, y de vuelta al ruedo: Mauricio Cadillo, a cargo del refugio, guía y conocedor de las montañas como pocos, nos lidera en una caminata con raquetas sobre el glaciar Castaño Overo, uno de los siete que rodean la cumbre del Tronador. Vamos encordados, como indican las medidas de seguridad obligatorias en estos casos, con Mauricio adelante.

El glaciar tiene casi un kilómetro de ancho, y luego de bajar por este lado, cruzarlo y subir pasito a pasito por el otro extremo con agua que nos cae en la cara -¿Llueve? “No, es el viento que trae el agua de la cascada que está al otro lado”, aclara Mauricio un poco a los gritos-, nos sacamos las raquetas y nos acercamos -no tanto- al abismo: mil metros hasta el fondo del valle. Allá abajo, a lo lejos, se ve el ventisquero negro y la laguna verde en la que nace el río Manso. De pronto:¡Brooommm! “Viene de allá”, señala Mauricio: es el glaciar Manso, en el que cada tanto el hielo se quiebra con grandes estampidos, y le da su nombre al Tronador.

Anclados a la roca

“Las vias ferratas nacieron en las Dolomitas de Italia durante la Primera Guerra Mundial, para que los soldados pudieran establecerse y movilizarse en la altura, con ventaja sobre las tropas enemigas”, me cuenta Cedric Larcher mientras estamoscolgados -literalmente- de una pared de roca junto a la cascada de la Virgen, a orillas del lago Moreno, por el camino a Colonia Suiza.

Cedric, que llegó de su Francia natal hace 16 años, es un amante de la montaña, y creó en las laderas de este cerro la primera via ferrata de la Argentina: una serie de cables de acero y escalones de hierro para aprender a trepar la roca disfrutándolo, incluidas dos tirolesas para cruzar el cañadón por el que el arroyo De la Virgen cae formando cascadas.

Son 100 metros de desnivel a un lado y otro de la cascada principal, con medidas de seguridad espectaculares, como esos arneses con mosquetones dobles, que alejan el peligro de caída: siempre uno de ellos está sujeto al cable, y para poder quitar uno hay que enganchar antes el otro. Por eso esta via ferrata es ideal para aprender a trepar, y sorprenderse al llegar a la cima con una vista inesperada, hasta entonces tapada por el bosque: el espejo azul del lago Moreno, a la derecha la playa de arena donde desemboca el río Casa de Piedra y, enfrente, el cerro Campanario.

Cedric es también algo así como el “creador” del canyoning en Argentina, una actividad muy desarrollada en Europa y particularmente en Francia, pero que da sus primeros pasos en el país. Y los da justamente aquí, en el cañadón por el que corre el arroyo de la Virgen, donde se hace esta excursión que consiste en bajar el cauce del arroyo saltando en pozos de agua, aprovechando toboganes y haciendo rappel junto a las cascadas. Suena complicado, pero no: solo hay que tener al menos 12 años y un estado físico aceptable. Ah, y se proveen los trajes de neoprene, así que olvídese de pasar frío.

“En este arroyo hay cuatro cascadas, un rappel de 30 metros y una opción para chicos con una tirolesa, además de un tobogán natural en el agua muy divertido”, cuenta Cedric mientras ceba unos mates en la cima del cerro. Y si alguien se acobarda en medio del camino, siempre está la alternativa de avanzar por una ruta alternativa.

Con frío o calor, la vista lo vale

El final de este recorrido por Bariloche vuelve a la tranquilidad del primer día: empezamos contemplando el Nahuel Huapi desde el refugio Berghof y terminamos igual pero desde Cerro Catedral. Porque el centro de esquí más completo de Sudamérica​ también tiene actividad en verano.

“El sector La Hoyita es punto de encuentro para actividades como tirolesa, trekkings guiados y autoguiados, y en la ladera sur de la montaña tenemos el Tour Naturaleza, un ascenso por telecabina Amancay y telesilla Diente de Caballo, que llega hasta casi los 2.000 msnm, con grandes vistas a los lagos Nahuel Huapi y Gutiérrez, a la estepa barilochense, al casco urbano y a la Cordillera”, me cuenta Belén Jonsson mientras llega el menú en el refugio Punta Nevada, allí donde termina el cablecarril. Este restaurante cierra en verano, pero estarán abiertos los paradores La Roca, donde termina la telecabina Amancay, y Punta Princesa, a metros de la estación superior de la telesilla Diente de Caballo, a más de 1.900 msnm.

«También tendremos áreas de pic-nic para disfrutar en la naturaleza y magic carpets en la base para deslizándose sobre donas, muy divertido”, dice Beleén mientras a nuestro alrededor parece reinar la confusión: algunos turistas visten ropa de nieve y hasta botas, gorro y bufanda, y otros bajan del cablecarril en ojotas, traje de baño y a lo sumo una camperita liviana que no protege del viento frío. Igual todos disfrutan de unas panorámicas impresionantes.

Pero ¡no nos olvidemos de Otto! Don Meiling fue pionero en desarrollar el esquí, pero prefería el nórdico, como medio de transporte, y de una manera más “artesanal”. En la década del 40, cuando Parques Nacionales vio que había mucha gente de buen poder adquisitivo interesada en ese nuevo deporte, llamó al austríaco Hans Nöbl para que estudiara la zona y eligiera el lugar para desarrollar un centro de esquí: el hombre decidió que el Catedral era el más adecuado. Y por lo visto, no se equivocó. Así Meiling perdió la batalla contra el esquí que llamaba “comercial”: los incipientes esquiadores eligieron la comodidad de los medios de elevación antes que trepar las laderas a pulmón.

Una empanada y una pinta

Una pequeña plantación de lúpulo da la bienvenida a la cervecería Patagonia, en el km 24,7 del Circuito Chico, frente al -o detrás del-Llao Llao. Pero es difícil imaginar lo que espera más allá: las cervezas de todo tipo y color son deliciosas; la carta, espectacular -¡no se vaya sin probar las empanadas de cordero!-, pero la vista… la vista… me quedé sin palabras.

Mi recomendación: vaya en colectivo, taxi o remís (olvídese esta noche del auto), haga uno de los tour cerveceros que guía Agustín Stella, entérese de datos que ni imaginaba de este mundo de lúpulos, maltas y alquimias, deje de repetir eso de que las cervezas son “rubias, rojas o negras”. Si tiene tiempo y ganas, puede tomar la opción degustación: una cena con distintos platos acompañados de diferentes cervezas, en un salón espectacular frente al lago Moreno.

Y si no, agradézcale a Agustín sus conocimientos y su buena onda, pídase la cerveza que más le guste, salga a la terracita de césped, siéntese en un sillón de madera frente al lago, y olvídese del resto del planeta Tierra. Ah, eso sí: si se acuerda en ese momento, brinde por la salud de Otto Meiling.

Imperdible: verano en las playas patagónicas

Bariloche es cada vez más un centro de aventuras, pero claro que no es la única opción. Si el plan es de vacaciones tranquilas e incluso low cost, bien se puede optar, por ejemplo, por las playas públicas, con servicios, en la zona urbana y en los alrededores. Son uno de los principales atractivos para turistas y residentes y un circuito ideal en verano, con días de sol, altas temperaturas, cielos despejados y un sol que se oculta pasadas las 9 de la noche.

Los balnearios municipales habilitados con servicio de guardavidas son nueve: en la zona urbana están Playa Centenario y Playa del Centro; camino al Llao Llao, Playa del km 4, Playa Bonita y Playa Serena; en lago Moreno, Playa del Viento; y en lago Gutiérrez, Villa Los Coihues, Playa Arelauquen y Ruta 82. Distintos escenarios y distintos perfiles: familiares o solitarias; silenciosas o con música; para nadar o para contemplar.

La más tradicional es Playa Bonita, en el km 7 de Av. Bustillo y con toda la infraestructura: baños, bar, restaurante, seguridad. Es “la” playa de los barilochenses, de piedras pequeñas y arenilla, reparada del viento, con mucho sol y buena música, con la isla Huemul justo enfrente. Otra opción muy popular es la playa de Bahía Serena, en el km 12 de la misma avenida. Más tranquila y familiar, en una bahía con arena fina y agua más cálida, es ideal para los chicos. Y en un extremo hay un sitio para divertirse trepando rocas. Recomendación: reposera y mate a la mañana temprano. Para quienes se quedan en el centro, está la playa pública frente al Centro Cívico y también la Playa del Bicentenario, con amplios espacios y guardavidas.

Y también hay “after playa”, porque casi todas las cervecerías artesanales de la ciudad ofrecen promociones entre las 19 y las 21. Bahía Serena, Playa Bonita y la playa del km 4 son los principales puntos de encuentro de jóvenes, residentes y turistas.

MINIGUÍA

Cómo llegar

• En auto: de Buenos Aires aBariloche son 1.578 km por autopista Ezeiza Cañuelas y luego rutas 205, 65, 60, 18, 35, 152, 6, 22 y 237.
• En avión: desde Aeroparque vuelan Aerolíneas, LATAM, Andes y Norwegian; y desde El Palomar, Flybondi y Jetsmart. Ida y vuelta desde $ 7.768, impuestos incluidos.
• En bus: desde Retiro son entre 21 y 26 hs, el pasaje por tramo cuesta desde $ 4.158 en Semicama a $ 4.872 en Cama Ejecutivo (Vía Bariloche).

Dónde alojarse

Hay una gran variedad de alojamientos; de hoteles 5 estrellas a hostels, pensiones, casas y departamentos. En Apart Del Lago, sobre playa Bonita, habitación doble estándar con desayuno en enero, desde $ 7.139; departamento para 2/3 personas, desde $ 8.207; para 2 a 5, desde $ 11.969 (apartdellago.com.ar).

Cuánto cuesta

• Refugios: pernoctes, entre $ 700 y $ 1.500; con pensión completa (cena, pernocte, desayuno y uso de cocina), $ 1.500 a $ 2.000. Cenas, desde $ 400 solo el plato principal, y desde $ 600 completa (entrada, plato, postre). El acampe es gratuito.
• Remís al/del aeropuerto, aprox. $ 700; a terminal de buses, $ 300; a Cerro Catedral, $ 850; al Llao-Llao, $ 1.100; a Villa La Angostura, $ 4.000 (siempre hasta 4 personas. Remises Hernán, +54 9 2944 628172).
• Transfer a Pampa Linda, $ 900 ida, $ 1.500 ida y vuelta (+54 9 294 421-3932; www.travelighturismo.com).
• Excursión vía ferrata (½ día), $ 2.490. Con traslados, desayuno o merienda (llevar calzado cómodo). Canyoning (día completo), $ 3.690. Traslados, almuerzo y merienda. Llevar traje de baño (+549 2944 822602; info@abc-canyon. com).
• Las opciones para comer son muy variadas. Como guía, se consiguen menúes turísticos (almuerzo, bebidas y café/postre), desde $ 500.

Dónde informarse

www.barilochetrurismo.gob.ar
www.barilochetrekking.com
clubandino.org

 

 

 

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