Mendoza no solo exporta vino de enorme la calidad, la arquitectura de sus espacios dedicados a su producción, almacenamiento y degustación también es reconocida mundialmente (y liderada por esta pareja de arquitectos).
Hablar de Mendoza es pensar en buen vino, sobre todo Malbec, pero la provincia en el centro-oeste de Argentina es también una referencia en arquitectura de bodegas, de la mano del estudio Bormida Yanzón.
En un clima desértico al pie de la Cordillera de los Andes, los arquitectos Eliana Bormida y Mario Yanzón acompañan el despegue del vino argentino con más de 40 obras construidas “en profundo” diálogo con el paisaje andino.
A fines de los 1990, vitivinicultores en Mendoza decidieron “hacer vinos que pudieran competir en los mercados internacionales y nos llamaron para ambientar sus bodegas”, relata en entrevista con la AFP, Eliana Bormida.
“Nunca imaginamos que una década después se iba a producir un boom. Ese grupo nos estimuló no solo a hacer bodegas que fueran un lugar para la elaboración de un buen vino, sino también para recibir visitantes”, explica.
El innovador diseño ha traspasado fronteras y cuentan con proyectos en Bolivia, Uruguay, México, Portugal o Rusia.
Herzog y de Meuron, Frank Ghery, Santiago Calatrava, Philippe Mazieres o Zaha Hadid: son varios los arquitectos célebres detrás del diseño de bodegas en el mundo. Pero son muy pocos los que se han dedicado casi exclusivamente a la arquitectura del vino.
Las bodegas pasaron de ser un “lugar de elaboración a ser centros de interpretación de la vitivinicultura mendocina, por eso fue que empezamos a desarrollar el concepto de una arquitectura del paisaje con la que no solo buscábamos hacer un diseño de buenos edificios, sino también que dialogaran profundamente con el paisaje de las montañas nevadas”, cuenta Bormida.
“Arquitectura del paisaje” se llama el libro escrito por esta arquitecta en el que describe algunas de sus obras más emblemáticas como Bodegas Salentein, O. Fournier o Diamandes.
Muchas de ellas han sido ampliamente difundidas en revistas especializadas y han recibido grandes distinciones. Lo que se ve “es un gran conocimiento del diseño, de arquitectura, de la cultura, el clima y del paisaje. Pocos arquitectos en el mundo tienen la profundidad y la amplitud de este conocimiento”, comentó Paul Nakazawa, profesor de arquitectura de la Universidad de Harvard.
Con la majestuosa cadena de Los Andes como telón de fondo, y sobre una llanura de vegetación xerófita en el Valle de Uco, se levanta el Espacio Salentein que conecta la bodega, una capilla y el centro de visitantes por un eje de 1,5 km de largo, en un complejo de 2.000 hectáreas de viñedos irrigados con aguas del deshielo de las altas cumbres nevadas.
Además del Malbec, la bodega, de fondos holandeses, produce Pinot Noir o Sauvignon Blanc entre otros. Construida en forma de cruz griega, parece un templo inspirado en la sobriedad de las iglesias del Renacimiento.
Para la fachada del centro de visitantes Killka, que en quechua significa “entrada”, se utilizó una novedosa técnica con hormigón ciclópeo, una mezcla de arena y cantos rodados tomados del suelo de la zona. Todo en colores tierra.
Killka, con una galería de arte y restaurante, está incluida en el Atlas Phaidon de la arquitectura mundial del siglo XXI.
El estudio proyecta sus obras desde “la fenomenología”: “la arquitectura entendida como un fenómeno que se percibe en el recorrido por sus espacios; las sensaciones generadas por la luz, las texturas, la escala y los aromas, los sonidos… Son experiencias que construyen en la mente de cada visitante una imagen integral de la obra”, cuenta Bormida.
La diversidad de estas bodegas ubicadas en la inmensa geografía de Mendoza, donde se produce más del 70% del total del vino del país, se basa en una “interpretación” de cada cliente y del lugar donde se proyecta la obra.
A fines de los 1990, un joven español llegó al estudio con una visión clara: hacer una bodega “que expresara el siglo XXI y el Nuevo Mundo”.
¿El resultado? El proyecto Alfa Crux (antes O. Fournier) que integra distintas escalas de espacios exteriores e interiores, en una vasta planicie árida.
La obra, al igual que todas las proyectadas por el estudio, fue pensada desde la emoción que provoca el espacio.
Mendoza pasó a ser “una de las capitales del vino no solo por la calidad de sus vinos, sino también por la arquitectura de estos templos del vino”, se congratula Yanzón.
Y apunta: pero también “gracias al paisaje andino; pues en ningún lado del mundo hay esta Cordillera”.
Fuente: Semana